EL FINAL DE LA AVENTURA

Habiendo salido una mañana don Quijote, montado en Rocinante y armado de punta en blanco, a la playa de Barcelona, acaeció que otro caballero, el Caballero de la Blanca Luna, lo retó y venció. Para, seguidamente, hacerle jurar por su honor que se retiraría durante todo un año del ejercicio de las armas.

El bachiller Sansón Carrasco, que no era otro, el falso caballero vencedor en tan singular combate, era un bienintencionado vecino de don Quijote que quiso con aquel acto redimir a su amigo de la locura. Y tal fue como el Caballero de la Triste Figura y su escudero regresaron a La Mancha, luego de haber podido vivir a la orilla del mar aquella su última y singular aventura.

Ya de regreso a su aldea, don Quijote cayó enfermo y murió al poco tiempo rodeado del cariño de los suyos. Después de haber podido recuperar su buen juicio –"Yo fui loco, y ya soy cuerdo"– y de haber podido igualmente dictar su testamento. "Y con esto" –tal y como había acabado el prólogo de tan inmortal obra su autor–, "Dios te dé salud, y a mi no olvide. VALE." Al poco tiempo, habiendo podido ver Miguel de Cervantes Saavedra publicada la segunda parte de su Quijote y después de terminar o casi terminar, la redacción de Los trabajos de Persiles y Segismunda , sintiéndose ya él también muy enfermo, quiso despedirse así de sus "amigos": "Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo y deseo veros presto contento en la otra vida."