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el tema del mes

mayo

 GRABADO DE GUSTAVO DORÉ  - DON QUIJOTE
El fracaso de Cervantes, como autor teatral y como autor también de su propia vida

EL REGRESO DE CERVANTES

De nuevo al servicio del rey, luchó Cervantes en Portugal, para instalarse luego otra vez en Madrid y darse a conocer allí como autor dramático: La Jerusalén, La Amaranta, El bosque amoroso, La Arsinda, La Confusa, La Numancia... También por aquel entonces y no sin antes haber mantenido una relación con una mujer casada –Ana Franca–, de la que habría de nacer su hija Isabel, contrajo en Esquivias matrimonio con doña Catalina de Palacios Salazar. Pero desbancado en su nuevo oficio de dramaturgo por "el Monstruo de la Naturaleza, el gran Lope de Vega (que) avasalló y puso debajo de su jurisdicción a todos los farsantes..."; no habiendo resultado del todo feliz su matrimonio, y no habiendo alcanzado tampoco con La Galatea el éxito esperado, hubo Cervantes de iniciar otro camino. Viéndose por ello forzado a aceptar el cargo de comisario de abastos para la Armada Invencible y luego, después de haberle negado el rey Felipe II un destino en América: "busque por acá en que se le haga merced", el de recaudador de impuestos para el Fisco. Así pudo recorrer largamente las comarcas de Andalucía y La Mancha, y admirar y retener, de dichos paisajes –sobre todo de éste último, un espacio en donde el tiempo adquiere sin duda una dimensión diferente–, los escenarios que luego habrían de servirle de magnífico telón de fondo a la hora de narrar las aventuras, desventuras y correrías, y de construir los diálogos itinerante, de los dos principales protagonistas del Quijote.

Pero antes de que tal cosa sucediera, puede que antes incluso de que dichos personajes cobraran vida en la propia imaginación de su autor, viose él –debido quizás a su celo o acaso al estricto cumplimiento de su deber– implicado en otro tipo de desventuras. Desventuras por lo que fue encarcelado en varias ocasiones. Debido a deudas contraídas y no satisfechas, la mayoría de las veces, pero también y sobre todo, debido a la no liquidación puntual de sus cuentas al Fisco. Cuando a él, el Fisco, llegó a deberle los salarios de doscientos setenta y seis días trabajados. En el desespero de sentirse impotente ante un trato tan injusto y vejatorio, y recluido de nuevo en otro de aquellos lugares "donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación"; es decir, en una cárcel –probablemente la de Sevilla–, empezó Miguel de Cervantes, inseguro y confuso, a escribir su Don Quijote de la Mancha. "Porque ¿cómo queréis (...) que no me tenga confuso el qué dirá el antiguo legislador que llaman vulgo cuando vea que, al cabo de tantos años como ha que duermo en el silencio del olvido, salgo ahora, con todos mis años a cuestas, con una leyenda seca como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo, pobre de concepto y falta de toda erudición y doctrina..."



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