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el tema del mes

junio

 GRABADO DE GUSTAVO DORÉ  - DON QUIJOTE
La primera salida de don Quijote y el doliente regreso de éste a su casa

LA PRIMERA SALIDA DE DON QUIJOTE Y EL DOLIENTE REGRESO DE ESTE A SU CASA

La primera parte del Quijote fue publicada en Madrid, por Juan de la Cuesta, el día 5 de mayo del año 1605. No sin que antes y desde Toledo, refiriéndose al manuscrito de dicha obra, se hubiese pronunciado Lope de Vega de manera harto contundente: "De poetas, no digo; buen siglo es este: muchos están en cierne (...) pero ninguno hay tan malo como Cervantes, ni tan necio que alabe a don Quijote..." Del todo ajeno a las posteriores críticas que habría de hacerle el Monstruo de la Naturaleza, a don Quijote, esclavo de su enfermedad: "La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, con tal manera mi razón enflaquece", hacía ya tiempo que "se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio". Cuando, por obra y gracia de Cervantes, decidiera "hacerse caballero andante, e irse por todo el mundo (...) deshaciendo todo género de agravios, y poniéndose en ocasiones y peligros..." Después, claro está, de haberse enamorado aprisa y corriendo: "porque el caballero andante sin amores" –decíase él– "era árbol sin hojas y sin frutos y cuerpo sin alma". De manera que, armado y enamorado, había podido salir ya finalmente a cumplir con su alta misión. A pesar de que la primera noche hubo aún de pasarla en vela, en una venta–castillo, para poder ser allí debidamente armado caballero. "La del alba sería cuando don Quijote salió de la venta tan contento, tan gallardo, tan alborozado..." Pero después de la serie de desventuras que le sucedieron a continuación, vino el viejo hidalgo y novel caballero, a dar con sus huesos en el suelo. De tal manera que "no (le) era posible levantarse, según tenía brumado todo el cuerpo". Un labrador vecino suyo –un tal Pedro Alonso– pudo hallarlo en aquella lamentable situación y conducirlo, presto y de noche, maltrecho de regreso a su casa. Su ama y su sobrina, en compañía del cura y el barbero de aquel "lugar de La Mancha, de cuyo nombre" no quiso acordarse el autor, quemaron sus libros de caballerías e intentaron sin demasiado éxito reintegrarlo de manera permanente a su hogar.



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