LA SEGUNDA SALIDA DE DON QUIJOTE Y EL AMARGO EXITO DE SU AUTOR

Pero el desmedido afán de don Quijote no conocía límites. De manera que pronto se las apañó, acompañado esta vez por un labriego vecino suyo, Sancho Panza, al que nombró su escudero, para poder salir de nuevo, "así para el aumento de su honra como para el servicio de su república", en busca de gigantes encantados en molinos de viento manchegos y en busca, otra vez, de otras muchas y singulares aventuras. Tan divertidas y patéticas, a la postre, como bien se lo habían anunciado ya las primeras que hubo de padecer. Y así, hasta que después de otro desafortunado encuentro, que tuvo esta vez con una procesión que se hacía "pidiendo a Dios abriese las manos de su misericordia y les lloviese", le llovió a él tal palo –dado por uno de los irritados disciplinantes de dicha procesión–que todos convinieron en darlo ya por muerto en aquella ocasión. El inesperado y más que sorprendente éxito que obtuvo el Quijote , no habría de servirle de mucho –en términos económicos– a su autor. Instalado en Valladolid y habiendo de mantener a su esposa, a su hija, a sus dos hermanas, Magdalena y Andrea, y a una hija de ésta última, Constanza; tan extensa familia más bien hubo de seguir pasando estrecheces. Mientras, Cervantes seguía instalado –y puede que entonces más que nunca– en su mundo metafísico: "¿Es necedad amar?" –habíale preguntado Babieca a Rocinante–. "No es gran prudencia" –le respondió éste–. "Metafísico estáis" –se burló Babieca–. "Es –intentó justificarse Rocinante– que no como." Ocurrió además, en dicha ciudad y circunstancia, un hecho que significó una nueva prisión para Cervantes: don Gaspar de Ezpeleta, un caballero muy principal, resultó herido de muerte frente a la casa del escritor, que aún no podía comer todos los días lo que apetecía. Acusado de aquel hecho, hubo de afrontar así un nuevo proceso. Proceso, pero, del que pese a todo pudo al final salir absuelto. La corte se trasladó a Madrid, y Cervantes y toda su familia la siguieron. En la capital ingresó el autor en la Congregación del Santísimo Sacramento y, en su Alcalá de Henares natal, en la orden terciaria de los franciscanos. También pudo hacerse, en Madrid, miembro de la Academia Salvaje , y puede incluso que recuperar así una cierta buena relación con Lope de Vega. En aquellos años publicó Cervantes sus Novelas ejemplares y El viaje al Parnaso. Y hubo de ver, indignado, como en Tarragona aparecía una segunda parte de un falso Quijote firmada por un tal Alonso Fernández de Avellaneda.